Hacía calor y el sol brillaba fuertemente. El río estaba calmo, a lo lejos, algún que otro pez saltaba por el aire.
El viento caliente penetraba y ahogaba los cuerpos.
Sólo estaba sentada en la arena de la orilla, termo en mano, aquietando su mente, lejos del ajetrear cotidiano.
Más allá, una canoa abanzaba lentamente con sus remos hacia la orilla, donde algunos perros ladraban casi desesperados.
Pescadores... al menos por su aspecto humilde y un tanto desaliñado, que ocupaban la canoa. Sólo con la intensión de llegar a sus hogares al término de la sofocante recorrida.
En un instante ni los perros, ni los hombres se oyeron. La canoa quedó en la orilla y los pasajeros se perdieron caminando hacia el pueblo.
Sin embargo, el bote seguía inclinado a un costado, así que decidió acercarse hasta él y convencerse de que nada había allí, pero al acercarse tuvo miedo.
Vio o creyó ver algo? ... prefirió volver sobre sus pasos.
Sintió que algo se movió detrás de su espalda.
Al despertar, una horrible sombra la cubría.
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