jueves, 26 de enero de 2012

TRILOGÍA DE LOCURA - II TURBULENCIA

Habían pasado unos meses desde su balance y hasta ese instante creía haberse desecho de ese pensamiento que en otros tiempos pudo llegar a paralizarla. 
Siguió sumando uno a uno los días en su vida, viviéndolos apresuradamente algunos, otros parecían eternos.
Por momentos percibía extrañas sensaciones, imposibles de traducirse en palabras, algo así como una falta, un vacío, una ausencia… ¡Qué locura siquiera imaginarlo! Tenía todo cuanto podía pretender, ni mencionarle semejante estupidez  a sus amistades.
Sonrió para sí entreviendo las caras de “algunos” de esos que había decidido alejar de su vida. Pero los que estaban ahora seguro tampoco podrían comprenderla, si ni siquiera podía explicarlo.
Sara ordenó pausadamente su escritorio antes de irse a su casa, como todos los días, pero hoy parecía en cámara lenta. Devolvía los lápices y lapiceras al organizador de la esquina, los clips y ganchos en el cajón pequeño del centro, los sellos en sus respectivos soportes, la tinta y almohadilla en el cajón izquierdo, el papel sobrante en el derecho y el abrecartas en forma de espada heredado de su padre en el estuche labrado de cuero. 
Parecía una autómata, en realidad su mente estaba en otra parte, intentando descifrar y resolver esos sentimientos que intentaban gobernar su vida, los que parecían no dar paso a una vida en paz y relajada.
Quería una tregua y terminar con los sobresaltos…
Apagó la computadora y cerró la puerta. Dejó el auto en el estacionamiento y optó por caminar hasta su casa, sin apuros, para ver si el aire fresco lograba reconfortarla.
No era tarde ni hacía frío, pero parecía que hubieran secuestrado a la gente de las calles, sólo los faros de las avenidas lindantes y las luces tintineantes de los negocios ya cerrados iluminaban sus pasos y se dijo que algo no estaba del todo bien.
Cuando llegó consideró que el ánimo en la casa no era el mejor, se había demorado y llegaba a pie. Vio caras de impaciencia, de hambre, preocupación y comprensión.
Decidió no dar explicaciones y resolvió la cena calentando un popurrí que armó con congelados y algo que quedó del mediodía. Se dirigió a la piecita del fondo como cuando se llevaba trabajo para terminar, por lo que nadie sospechó nada extraño.
Lo último que escuchó por el pasillo fue un comentario sobre las nuevas pastillas que le había recetado el médico, algo como que no era para tanto, sólo se trataba de una menopausia precoz.
Puso llave y se aisló del mundo.

martes, 24 de enero de 2012

TRILOGÍA DE LOCURA - I BALANCE

Con la mirada disipada en el horizonte, se internó en sus pensamientos, revisando sus proyectos y logros, y concluyó con la balanza inclinada en lo positivo en el plano laboral. Repasó su vida en familia y sonrió presumida, tenía todo lo que había soñado.
Luego le llegó el turno a sus relaciones interpersonales, repasaba la lista cotejando quiénes estaban, quiénes quería que continúen estando y con quienes quería tomar distancia en esta nueva etapa de su vida.
No es que se sintiera ni mejor ni peor que nadie, sólo que había cambiado, había crecido y en esa evolución interior había gente que la entendía y gente que no, sólo eso.
Por un momento su mirada se empañó o eso pareció al menos, pudo ser la bruma del mar que comenzaba a confundirse entre las siluetas de la tarde, pudo ser el mismo reflejo confundiéndose en el espejo de sus ojos, o pudo ser algo que emergió desde lo más profundo de sus pensamientos, algo que surgía cada vez que "hacía balance". Las cuentas no cerraban... las heridas tampoco.
Volvió al recuento y sopesó todo cuanto tenía en un solo plato y en el otro sólo ese pensamiento que solía invadirla.
Al parpadear, dos gruesas gotas desbordaron desde el azul de sus ojos, se desprendieron rodando por sus mejillas y cayendo pesadamente del lado del ese pensamiento inerte y comprendió. Era ella quien alimentaba ese recuerdo, ella misma quien le permitía asomarse cada tanto, ella era quien le daba vida.
Escuchó voces de gente conversando que se aproximaban y hurgó en sus bolsillos para encontrar un auxilio con que enjugar sus lágrimas. Se aseguró de enfocarse en lo positivo, sin duda tenía mucho por qué sentirse más que satisfecha y decoró su cara con una mueca similar a una sonrisa antes de volver su espalda al mundo real y dejar desplomarse por la barandilla del balcón un pensamiento que por hoy no la hostigaría más, al menos por hoy.

AMOR MUERTO

Me acerqué a tu boca
a sentir el calor de tus labios.
Pronuncié un beso
pero tus labios mudos quedaron.
Los rocé apenas
y tu frío me llegó al llanto.
Labios fríos, inertes, labios muertos,
labios que ya se cerraron.

Esos, habrán sido míos
o sólo logré atraparlos
en besos dementes, robados
de labios que nunca me amaron,
de labios que nunca se abrieron,
de labios que calor no me han dado
que nunca gritaron mi nombre,
que no me nombraron llorando.

DESCUBRIENDO CORAZONES

Descubriendo corazones
arriesgando sentimientos,
esperando que la vida
se encargara de los sueños.

¿Cómo puede ser la vida
la encargada de los sueños,
cuando todos los relojes
se atraviesan en el tiempo?

No cuentan días ni horas,
ni minutos, ni momentos,
los sueños no se cumplen
viviendo de los recuerdos.

La vida no se encarga,
la vida la hacemos
arriesgando corazones,
descubriendo sentimientos.