viernes, 28 de enero de 2011

EL REENCUENTRO (Cuento)


Estaba algo más que nerviosa, hacía ya demasiados años que no tenían un diálogo fluido, impensado, habiendo sido tan buenas amigas y compañeras de colegio.
La vida las separó a poco de terminar la secundaria, no tanto de su parte como de ella que había elegido esa vocación…
La visitó un par de veces en su reclusión, a regañadientes, y, contra su propia voluntad la apoyó en el momento de tomar su decisión. No lo había entendido entonces ni tampoco ahora. Lo que para una era una bendición, para la otra, casi un castigo.
Cada quién continuó con su vida a su modo, una se casó y formó familia, la otra se hizo religiosa y por eso los contactos entre ellas eran casi mediados por terceros.
Cada vez que lograba recibir noticias de la “hermana” eran ya noticias viejas, casi seguro estaba ya en otra parte, a donde la orden la mandara a misionar.
Por eso estaba tan ansiosa, esta vez le tocaba buscarla en la terminal de colectivos, esta vez había podido contactarse a tiempo para pasar, al menos, unos pocos días juntas para tanto que decirse. Era una especie de vacaciones que le habían concedido, que en realidad se trataba de un permiso de visita para la familia, de cortos cinco días entre los cuales tenía que sortear con quien estar: padres, hermanos, tíos, primos, sobrinos y amigos.
Pero con casi toda la familia afectada a un viaje inesperado, esta vez era “la” oportunidad, imposible perder el turno, como aconteció en otros de sus permisos, cuando la llamaban antes de lo previsto.
Se levantó temprano, repasó la ubicación de todos los integrantes de su  familia para el día, cada quién en sus correspondientes actividades bien programadas y detalladas en cada caso para el que le tocaba llevar y traer…  Su marido en el trabajo, ese día de corrido, los chicos serían retirados del colegio por la tía, para quedar entre actividades en casa de sus abuelos.
Después de dejar a los chicos, no pasó por la panadería como acostumbraba. Invitaría a su amiga y se dejarían atender para poder aprovechar el tiempo…
Se tomó un baño relajante de hierbas, un poco para apaciguarse y otro poco para dejar pasar el tiempo porque el colectivo no llegaría hasta pasada la hora y media.
Eligió con cuidado qué ponerse, cosa que tenía más que calculada y medida desde haber recibido la noticia. Ropa sencilla, clara, no muy costosa y en perfecta combinación de tonos pasteles que eran los que mejor le sentaban. Se recogió el cabello para no hacer ostentación de su hermosa cabellera, no frente a la “hermana”!
Por un momento se detuvo a recodar cómo la vio la última vez, su rostro moreno exultante de contento en su atuendo humilde, una camisa blanca de mangas largas, a pesar del calor y una pesada pollera azul que llegaba mucho más que debajo de las rodillas.
El ring ton del celular la devolvió a la realidad, era la alarma que había colocado para llegar a tiempo por si tenía que sortear el tránsito un tanto pesado en dirección céntrica.
Apagó el celular, como les había anticipado ya a sus allegados para no preocuparlos. Por ese día se iba a permitir no tener interrupciones de ningún tipo.
Se subió al coche y se dirigió casi instintivamente al lugar. Ciertamente el tráfico se hacía cada vez más tedioso. Al detenerse en un semáforo, se vio reflejada en la vidriera de un comercio, casi se sonrió al verificar que todo estaba en su lugar. Aunque cayó en la cuenta que ninguna de las dos se vería como lucían la última vez.
Pero no era eso lo que la tenía tan… inquieta, sino la idea de que en lugar de su amiga iba a encontrar una jueza de su vida. ¿Cómo contarle mis cosas como antes? ¿Todo le parecerían pecados?
Si bien no se había consagrado como ella, tampoco tenía una vida alejada de la iglesia, se había “casado bien”, sus hijos bautizados, ya en catequesis de Primera Comunión y hasta asistían al mismo colegio religioso que ellas.
Pero los pormenores de la vida cotidiana, alguna que otra fantasía no llegada a cuajar… eran las cosas que condimentaban en su tiempo esa amistad adolescente, lo que se contaban en secreto, lo que generaba esa complicidad, sería ahora todo mal visto a sus ojos?
Otra vez volvió a la realidad, esta vez no fue el celular, sino la bocina del colectivo que, pegado a ella, amenazaba con llevársela puesta hasta la próxima parada!
Arrancó casi furiosa, haciendo patinar los neumáticos y se alejó rápidamente del lugar. Estacionó lo más cerca posible y se dispuso a esperar en la plataforma señalada por la empresa.
Ni alcanzó a bajar cuando ambas se reconocieron entre el barullo de las bienvenidas.
Se estrecharon fuertemente, después de tantos años, brotaron unas pequeñas lágrimas de alegría y sin perder tiempo se dirigieron al café más retirado y vacío de la terminal.
Pidieron sendos cafés con medialunas. Mientras esperaban, la “hermana” notó cierta intranquilidad en su amiga que, a pesar del paso de los años, no dejaba de detectar.
Entonces, aproximándose, susurro en su oído: -No mires qué llevo puesto o hace de cuenta que estamos en una obra de teatro del colegio, pero por estos días y para vos, soy tu amiga del alma. Ahora contame todo!-
La había recuperado.
Las carcajadas se escucharon en todo el lugar.

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