miércoles, 29 de febrero de 2012

DETRÁS DE LA PUERTA

Titubeó un momento, parado frente a la vista de madera que lo separaba del cuarto.
No podía discernir entre sueños, recuerdos o vivencias.
Se decidió a entrar y  empujo la vetusta portezuela que cedió a su voluntad, chirriando las desaceitadas bisagras su queja al desuso.
Una bocanada de madera húmeda y polvo mordió su cuerpo, tragándolo en su interior.
Recorrió a tientas la estancia hasta la ventana. Descorrió lentamente las pesadas cortinas para no evaporar las partículas del tiempo acumuladas en ellas.
La luz hirió la habitación y destelló en su memoria. El sol asiéndose del espacio le imprimió vida.
Cada rincón se convirtió en un escenario invadido de recuerdos.
Se acercó al escritorio, repleto de papeles mal acopiados, tal como los había dejado, algunos lápices por encima, la computadora estropeada, todo con un tono blanquecino flotando en su extensión.
Se agachó a recoger un papel con una mancha de cinta adhesiva que, por supuesto, ya no servía, sólo quedaba la mácula amarillenta.
Al verlo quedó azorado. La imagen de aquella mujer en el dorso del papel cobró vida en su mente.
Digito su nombre en el maltrecho teclado casi en un acto autómata y el balbuceo escapó como suspiro entre sus gruesos labios llamándola.
Cerró los ojos para perpetuarla de cuerpo entero y al instante percibió un aroma fresco a flores de primavera.
Si, era ella, la que había atesorado en sus brazos, en ese mismo lugar decorado amorosamente.
Visualizó su cuerpo, casi de su misma talla, moviéndose con gracia a su alrededor, posando las manos en las suyas, guiándolo, a veces en la escritura, a veces recorriendo su cuerpo y otras besaba sus manos dándoles libertad como a una suelta de palomas...
Ese era su refugio, el de ambos.
Allí se habían aconsejado, amado y consolado.
Allí se esperaban al final del día para compartir lo vivido sin el otro, para parar las horas.
Allí se invitaban, como en una ceremonia, a desnudarse las almas.
Habían soñado y vivido juntos y ahora él la estaba recordando, parada junto al umbral, viéndolo marcharse por la senda trasera...

miércoles, 22 de febrero de 2012

PERFUME EN LOS DEDOS

Me llevé tu perfume en los dedos
el balance acompasado de las almas,
complicidad que renace de otro tiempo,
la cadencia del sonido que se apaga.

Quiero verme tu rostro en el espejo
la sonrisa que modelas en mi cara.
Escuchar el sonido con que muevo
mi paso, acomodado a tu pisada.



LLEGADA LA HORA

Llegaba la época, lo anunciaban el trino de las aves y la calidez de la luz que desnudaba las sombras del invierno.
Ya era la hora, cuando comenzaron a dibujarse finos hilos en abanico, blanquecinos al principio, casi sin vida, pero escondiendo en su sabia toda la vida venidera, trayendo desde lo más profundo de sus entrañas, el grito de esperanza, esbozo de germen de una nueva generación.
Con cada milímetro creciente del ángulo de luz, los brotes florales queriendo alcanzarlo, llenándose de ardor hasta su extremo, esbozando más allá de los sépalos, manojos de rojos corazones.
Uno por día, fueron despuntando, en dirección centrífuga, como si en su centro resguardaran la verdadera esencia.
Para cuando cuajó en beso abierto el fruto, ya las primeras flores habían llegado a tierra a dar nueva vida.

miércoles, 8 de febrero de 2012

A DOS AGUAS

A dos aguas,
como las cubiertas de las moradas
mirando a dos puntos cardinales
opuestos.
Con dos vistas,
por una recibiendo fulgurante a Febo
por la otra dejando escapar la luces
póstumas de vida.
A mitad de camino,
un sendero nítido, consabido
y otro que parte difuso
hacia el horizonte.
En dos tonos,
blanco luminoso a un lado
oscuro, negro y cerrado
al otro lado.

Pero los grises...
también existen,
caminan junto a mí
por la cornisa.

viernes, 3 de febrero de 2012

NOCHES DE MAR

Caminas por las curvas
zigzagueantes de la arena
desperdigada y húmeda,
acoplada a mi silueta.

Como ola brava irrumpes
arremetiendo en mi costa,
hundiéndome las orillas
dejándome espumas rotas.

Sabor de sal en vapores
desprendidos con la bruma
apegado en los rincones
abrazados por la luna.

Cristales de sal y arena
dejaron ardor y bronce,
con brillo de sol de auroras
en mi rostro y en mis noches.

SOMBRA DE TU ALMA

Vago buscando la sombra
de tu alma en el vacío,
pero el vacío está lleno
de sombras en el olvido.
Almas que olvidaron todas
cuanto alguien las quiso,
almas que se despeñaron
para alcanzar su destino
de sombras, sin luces de aurora
sin perfumes, sin paisajes, sin trinos
sin una luz de esperanza,
entre oscuros remolinos.
Busco al menos la sombra
de lo que eras, de lo que fuimos.

TRILOGÍA DE LOCURA - III EN CASA

El toc-toc en la puerta la irritaba. Cada voz del otro lado de la puerta era una irrupción, un volver a empezar.
No, no quería abrir la puerta, ni comer, ni hablar con nadie, sólo quería que la dejaran en paz.
Y volvió...
Esta vez recordó cuando su madre le contara cuando eligieron su nombre "Sara", Acosta de apellido paterno. Siempre primera en la lista, primera para las lecciones y para todo.
Pensó que si su apellido hubiera sido otro y en lugar de empezar con "A" hubiera principiado con l, m o z, muchas cosas hubieran sido distintas.
Pensó en otras posibilidades, si en lugar de ser la hija mayor de tres hermanas le hubiera tocado ser la del medio o la menor. De ser la del medio, acaso se hubiera casado con su cuñado, sonrió y rechazó la opción.
De ser la menor tal vez ni se hubiera casado, aplazando compromisos y disfrutando los beneficios de quedar en la casa paterna, sin apremios.
Era probable que hubiera incursionado en otros estudios, prefiriendo una carrera más humana en lugar Ciencias Económicas.
Y prosiguió en esa dirección, cotejando la posibilidad de conocer algún espíritu aventurero, impasible, como el suyo.
En un fogonazo de realidad, cayo en la cuenta, ya nadie la molestaba, parecía que en un gran acto de comprensión la desligaron de sus obligaciones.
Alguien se había tomado el trabajo de limpiar y reacomodar su cuartito, seguramente mientras dormía.
Hasta habían contratado a una muchacha agradable que, sin molestarla, le alcanzaba rutinariamente la bandeja con alimentos y el medicamento que le recetó el médico.
Se sintió descomprimida sin tener que correr tras las manecillas del reloj, sin colas exasperantes, sin lista de faenas, sin papeles pendientes...
Al fin podría tomarse un tiempo para ella.
Apreció el cuarto, que ahora le resultaba más espacioso, con más luz.
Debajo de la ventana una mesita con hojas en blanco y una lapicera que no sabía cómo llegaron allí. Se acodó contra la ventana y decidió escribir una nota a su familia que decía:
Querida familia, se que han estado preocupados por mi forma de actuar últimamente.
No se preocupen, no es nada en contra de ustedes, cosas mías que tengo que resolver.
Gracias por entenderme, por reacomodar el cuarto y por poner a alguien que se ocupa de los quehaceres y de mí.
Estoy mucho mejor, más tranquila. Estoy en casa, me siento feliz. 
                                                                                         Sara.
Cuando entro la muchacha agradable con su chaqueta celeste, le entregó la nota sin decir palabra.
La muchacha le retuvo la mano por un instante, como si intentara llevarla a otra parte...
Le devolvió el gesto con una sonrisa, antes de sumirse nuevamente más allá de los límites de la razón.