Como rama sin color y sin sonido
retrae la savia hacia el xilema
perdiendo los pigmentos ya caídos,
desnudos, sin pisar la primavera.
Retoño que verdeó en sol de junio
yema que perdió pronto sus pérulas
no pudo soportar el frío invierno
dejando una herida en su existencia.
Las manos no alcanzaron a tenerlo,
el vientre no agrandó por nueve lunas,
los ojos se vaciaron porque fueron
latidos que partieron con angustia.
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