lunes, 1 de agosto de 2011

A MIGUEL, MI PADRE

Las calles de mi ciudad
están oscuras, están vacías.
Las que de tu mano veía distintas,
desde esa altura tenían vida.

Tantas aventuras que ni sé cuántas,
tanta enseñanza llevo guardada.
Soles de playa esconde mi cara
toboganes, risas, viento de hamacas.

Tu mirada cómplice sólo bastaba
para entrar al ruedo y jugar cartas.
En la oscuridad sólo yo te hallaba
y en tus pierna miles caballos trotaban.

Al pasar el tiempo ya no te buscaba
otras gentes nuevas poblaron la casa,
colmaron mis días, mi vida, mi alma
no decías nada, pero ahí estabas.

Y hoy te miro papi y me salen lágrimas
en toda mi vida es que acompañabas.
Soy tu niña, madre, de tres almas blancas
que alegran tus días, desbordan tu calma.

Se que es ley de vida que un día me faltes
que vean mis ojos los tuyos cerrarse
verdes-gris-pizarra con los que alumbraste
toda mi existencia, que por ti es que vale.

Soy quien soy ahora, esta feliz ave,
vivaz, luchadora, honesta y amante.
Por mí diste todo cuanto tuvo alcance
y lo que no hubo por mi lo creaste.

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