De nubes espesó el cielo
y en plomo quedó la noche
el llanto del más pequeño
entrecortado, decía su nombre.
Lo repetía mil veces
entre sollozos pedía
por las manos de su madre,
de su madre la caricia.
Mil veces… y no llegaba
su labor la atardecía
hasta lacerar sus manos,
manos que el niño pedía.
Con lágrimas en sus ojos
el sueño ya lo vencía,
y una sonrisa asomaba,
soñaba que la veía.
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