En los cristales, como espejuelos,
mares lilas,
espuelas de caballero
que el viento anima.
Ondula la hierva, el verde
y lo coronan
infantes apretados pétalos,
se desenroscan.
Y hacen un remolino
donde el sol juega
cerrando pasos de hormigas
le dan su sombra.
Pequeña y breve, apenas
lo suficiente
para que no llegue a tierra
el sol poniente.
Cierran su abanico, prestas
mirando a oriente
mientras la luna fabula
suspiros tenues.
Esperando el nuevo día
para danzar nuevamente.
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