No voy a hacerme cargo, ni a cargar mochilas que ya he
aprendido que las culpas pesan y no nos dejan andar sueltos por la vida.
De nada sirve cargar pesos ajenos, pesos que hace tiempo nos
dejaron y luego vienen a quererlos, pesos que allí mismo he dejado porque no
encuentro razón de retenerlos.
Si mi vida va liviana como el viento, es la forma que
encontré de evadir desavenencias que sólo reforzaron mi resiliencia.
Fui crisálida, hoy exhibo mis más felices colores, dejando
las miradas resbalar por mis flancos, inmarcesible a toda voluntad ajena que
quiera retenerme cual capullo que aún no ha podido madurar.
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