Mi sueño tiene por bello el sabor de lo cotidiano.
Te espero, como siempre, en mi espacio preferido
el de los aromas y sabores,
el de la claridad del día
en el que entran los sutiles estertores del crepúsculo,
filtrándose en cejo
sacudiendo su estallido último en el pavimento.
Reflejo que reluce
otras formas
fraguando
oscuridades hacia el cielo.
Ese es mi refugio y allí te espero.
en el breve itinerario surcado en las baldosas
que va de la cocina, a la mesada y la heladera.
Allí sumida en cada ingrediente
en cada sabor, en cada fruto de esta tierra.
Poniendo en cada espacio la precisión del corte,
la confianza de la mano que adquirió experiencia.
Agregando en cada uno parte de mi.
Entran en ese cuenco, junto a los vegetales frescos,
la frescura que te doy
cada día.
Con las semillas que desgrano sobre ellos,
desgrano mis nobles sentimientos.
El ingrediente más sabroso, la carne,
primero sellada a fuego enérgico,
del mismo modo que he sellado tu vida con la mía, a fuego
fuerte…
Pero ahora la estoy trozando,
como cuando nos amamos,
me doy por entera, pero de a poco.
Ya se amalgama todo en la cocción
es momento de perfumarlo
con hiervas del jardín, sencillas como yo.
Romero, tomillo y un toque de yerba buena.
Al aclararlas, el aroma comienza a soltase por mis manos
invadiendo el espacio… y mi instinto se eleva…
Me sorprendes así, sumergida entre aromas,
en un carnaval de sentidos expuestos,
rodeando mi cintura con tus brazos
robándome los vapores quedos en mis mejillas y me
susurras al oído
-¿todo está así de bueno?- y sonrío.
Mientras me acompañas por el surco frecuentado, colgado a
mi cintura.
Te pones el delantal que hace pareja con el mío
para darle el toque final, el del sabor…
elijes los condimentos más gustosos,
que insinúan mis
manos acompañando las tuyas.
Ahora yo acompaño tus movimientos por la estancia.
Ya falta poco, extingo la llama para que termine de
cocerse en su jugo.
Rodeo con mis brazos tu cintura y zafo el nudo quitándote
el delantal,
dejando ver la camisa y pantalón que sacaste del ropero
esta mañana.
Es tu turno, pero te demoras y finges que se atoran tus
manos con el nudo
mientras me besas…
Mi vestido amplio de algodón, algo escotado
se ajustaba a mi cuerpo sólo por las cintas a la cintura.
Ya no están y la soltura enreda tus manos sin saber bien
por dónde lograrás desenfundarme.
Y en ese cálido recinto, entre vapores, aromas y un
estampido de luz
me amas, como a diario, pero distinto, como un episodio
único,
irrepetible, incomparable.
Los rayos dibujan arabescos en el espacio tramado de
humedades,
de vapores inconsistentes que circulan el vacío,
que bailan a nuestro ritmo
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