Aprendí que un mismo hecho puede
causar alegría, pero también dolor y que es por eso que podemos diferenciarlos.
Que no siempre es necesario ser
el último orejón del tarro, sino que ponernos primeros algunas veces, también
es importante y no por ello somos peores personas.
Porque aprender a satisfacer
necesidades propias, no significa desatender a otros, al contrario, al
sentirnos a gusto con nosotros mismos, haremos las cosas de mejor gana y le
agradaremos más a todos, aunque ese no sea el motivo ni el fin.
A no dejar mis cosas para
después, también son trascendentes, aunque a los demás no les interesen o vean
cuan positivas puedan ser. Si yo las considero significativas, es suficiente.
Aprendí que el amor tiene
demasiadas facetas, más de las que imaginaba y que amar es un acto individual,
donde el que se beneficia es uno mismo, por cómo nos hace sentir, por cómo hace
aflorar lo mejor de nosotros, porque nos mantiene en ese estado de jovial
alegría.
Aprendí a permitirme conocer
gente nueva que, sin querer, resulto que tenían
sueños similares a los míos y que podemos hacernos compañía en el
camino.
Aprendí que el amor puro y
verdadero existe, que a veces llegamos a conocerlo, que algunos tenemos la
dicha de encontrarlo, sabiendo que existía a ciencia cierta en algún recodo del
universo.
Que hay alguien exacto para cada
quien, sólo es cuestión de coincidir en el tiempo y espacio adecuados .
Hoy aprendí a vivir un poco mejor
mi paso por este mundo, mi existencia.
Hoy aprendí a dar gracias por mi
vida y porque tú existes.