En la fecha tocaba nuevamente el
papeleo, el banco, los impuestos, siempre siguiendo el mismo orden rutinario.
Esperando pacientemente el turno
del trámite en cuestión, observaba esos rostros reconocidos a lo largo del
tiempo y de las tantas entradas por las mismas puertas. Algunos cambios, de vez
en cuando, alguna cara nueva, gente claramente identificada en la línea trasera
a los escritorios de atención al público o los boxes. Rara vez la gente
trasponía esos umbrales para dirigirse por algún caso especial a otras oficinas
más internas o bien cuando la cantidad de clientes superaba las expectativas y
se hacía necesaria la atención por parte del personal de la segunda línea de
escritorios u otras oficinas. De vez en cuando, algún reordenamiento edilicio o
laboral dejaba ver rostros hasta entonces escondidos.
Y ahí estaba Abril, en la nueva
hilera de sillas acomodada en la zona de pagos fuera de término. Con su rostro
amigable, cálido, cediendo su lugar de ser necesario a personas mayores,
siempre con una sonrisa instalada en su rostro.
Sólo cuando quedaba última, sin nadie a quien ofrecerle
su sonrisa, se internaba en su mundo, probablemente haciendo números en su
cabeza o quién sabe en qué pensaba.
Después de mucho, un rostro de
esos que solían estar en el fondo de la gran oficina compartida, asomó para
llamarla y hacerla pasar a otra dependencia. Tras el escritorio, sacó todos los
papeles y comprobantes necesarios, ya firmados, con la esperanza de abreviar lo
más posible el trámite. Pero siempre falta algo.
Fernando, a pesar de la larga
mañana de trabajo, le devolvió una sonrisa al ver el orden de todo el papeleo que
llevaba y su desesperación por la parte que faltaba –no te preocupes- le dijo,
-ya estás acá, ahora si quieren que cierren, vos te vas cuando termines lo que
viniste a hacer, tranquila.-
Abril se tranquilizo al ver la
buena predisposición del empleado, lo cual era poco usual y más a esa hora! Así
que comenzó a poner todos los comprobantes sobre el escritorio, mientras los
ordenaba por fecha y él la ayudaba. Sus manos tropezaron sin querer un par de
veces, cosa que incomodó un poco a Abril, que ni levantaba la mirada de los
papeles, pero sí escuchó una pequeña sonrisa de Fernando, seguida de una
disculpa.
Logró acomodar todo y terminar
con ese incordio, poner al día el impuesto y relajarse. Cuando se iba, Fernando
la saludó diciendo –cuando vuelvas, aunque no estés atrasada, buscame y te hago
pasar sin esperar, a cuenta de todo lo que esperaste hoy- y con una sonrisa,
desapareció detrás de la puerta.
Al fin todo este rollo tenía una
buena consecuencia, conocer alguien “de adentro” es sinónimo de beneficios.
Volvió a su casa y siguió con su rutina.
Al mes siguiente, mientras
separaba los papeles para la nueva recorrida, recordó el beneficio del que
podía hacer uso, a pesar de no ser una persona que le guste sacar provecho de
las cosas. Preparó los papeles del mes y se dirigió a la oficina de pagos.
No fue más que entrar a la
dependencia que casi junto a ella pasaba Fernando, que tomándola del brazo la
condujo a la oficina, detrás de los mostradores. No hubo necesidad de llamar a
nadie, ni de exponerse a ningún comentario inoportuno, ya que el caballero en
cuestión, con total naturalidad le señaló el camino sin mediar palabra.
Sólo cuando sortearon al
personal, se saludaron y comenzaron con el tema de los papeles. Abril se
preguntó si había sido casualidad, pero no podía ser de otro modo, o acaso iba
a tener tan presente las fechas de cada cliente. Además, era tan amable, que
seguro era así con todas la gente. Como sea, a ella no le vino mal y en pocos
minutos se encontraba en la calle, libre para disfrutar el resto del día.
Lo mismo sucedió al mes
siguiente, aunque esta vez Fernando se mostraba apresurado, lo que aceleró el
tiempo y la verdad, le quedó un sinsabor, le pareció un instante, algo se coló
en sus pensamientos…
El episodio se repitió mes tras
mes, pero Abril, en lugar de sacar ventaja al tema, comenzó a preparase para el
efímero encuentro mensual, al que además, trataba de prolongar lo más posible,
caminando lento, buscando
lapicera en el fondo de su bolso, guardando los
lentes de sol, lo que sea, con tal de verlo un segundo más.
Ya no tenía oportunidad de
esperar en la fila de sillas, reconocer rostros, devolver sonrisas y se dio
cuenta de algo más, no podía ser casualidad que ese hombre pasara, llegara o
saliera cada vez que ella aparecía.
Se decidió por un cambio de look
completo, aunque respetando su estilo sobrio, nada llamativo, pero sí algo
diferente, algo que lo anime a salirse del diálogo cotidiano. Y así fue.
Parecía que Fernando siempre estaba un paso delante de ella, como si lograra
penetrar sus pensamientos.
El noto su cambio y no dudo en
invitarla a salir para empezar a conocerse. En realidad para que ella lo
conozca, porque Fernando parecía saber demasiado de Abril.
Ella ocupándose siempre de sus
padres mayores, había dejado atrás los sueños de que alguien pudiera fijarse en
ella, más allá de lo que implicaría una relación de las de hoy en día, esas que
no van más lejos de un par de salidas. Alguien que notara lo especial que ella
era, que encontrara y sacara a la luz su esencia, alguien con quien compartir y
complementarse, alguien que pudiera decirle un millón de cosas con sólo
mirarla. Así que aceptó, después de tanto tiempo, qué podía perder compartiendo
una salida con un hombre apuesto y amable.
Salieron y no fue la única vez.
En cada salida Fernando iba detallando cada descubrimiento que había hecho de
ella, cómo la observaba desde más allá de la segunda hilera de escritorios
desde que lo pusieron en esa oficina compartida. Desde entonces todo fue
esfuerzo para llegar a un mejor puesto, para tener su propia oficina, para
llegar a tener acceso a ella que seguía sin notarlo. Y cuánto tiempo necesitó
para animarse a cambiar el tema de conversación e invitarla a salir. De hecho,
el cambio de Abril, apresuró el momento, pensando que tal vez esa amable mujer
podía haber conocido a alguien.
Después de tantas confesiones sucesivas, Abril pensó que alguien por fin se había tomado el trabajo de conocerla como ella ya no esperaba, como ella merecía.